Vivimos en un exasperante estado de desconfianza colectiva, con la secreta y triste presunción de que lo peor ha alcanzado ya el victorioso estatuto de lo normal y definitivo.
Vivimos en un exasperante estado de desconfianza colectiva, con la secreta y triste presunción de que lo peor ha alcanzado ya el victorioso estatuto de lo normal y definitivo.