No leemos para sentirnos a salvo, sino para lo contrario, para perdernos en la lectura. Leemos con el pacto de verdad en suspenso, pero renovando el de la credulidad. ¿Leemos también para que nos sermoneen?
No leemos para sentirnos a salvo, sino para lo contrario, para perdernos en la lectura. Leemos con el pacto de verdad en suspenso, pero renovando el de la credulidad. ¿Leemos también para que nos sermoneen?