Quienes condenaron el reciente intercambio de bravatas e insultos protagonizados por los presidentes de Brasil y la Argentina, no prestaron debida atención a la tétrica e infantil excusa que disparó el conflicto.
Quienes condenaron el reciente intercambio de bravatas e insultos protagonizados por los presidentes de Brasil y la Argentina, no prestaron debida atención a la tétrica e infantil excusa que disparó el conflicto.